domingo, 5 de enero de 2020

IRÁN

CONOCER LA HISTORIA PARA ENTENDER EL CONFLICTO ACTUAL

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EL FRENTE NACIONALISTA DE MOSSADEQ

Desde el triunfo de la Revolución bolchevique de 1917, las concepciones marxistas se expanden con rapidez a causa de la labor de la Primera Internacional, y en los años veinte surgen por el continente asiático agrupaciones de carácter marxista. A comienzos de la década de 1940, surge en Irán un partido marxista-leninista, el Tudeh

Una figura clave será la de Mossadeq, con una ideología liberal y demócrata, que llegará a ser miembro del Majlis con el objetivo firme de luchar contra la corrupción y la venalidad de la élite. Un acontecimiento trascendental en el Próximo Oriente fue el triunfo del levantamiento de los "Oficiales libres" en Egipto en 1952, y la toma del gobierno por parte de Nasser, que influirá y alentará a otros movimientos de índole nacionalista. Es probable que Mossadeq viera en la revolución egipcia un modelo en el que reflejar la problemática de Irán; una sociedad dividida entre su arraigo al mundo islámico y la llegada de las concepciones sociales y estilos de vida propios de Occidente.

Mohammad Mossadeq
Mohammed Mossadeq

Cuando a comienzos de la década de 1920 Reza Khan da el golpe de Estado contra el rey y, más tarde, se nombra sha, Mossadeq se manifestará como su más firme opositor, renunciando a su puesto en el Parlamento en señal de protesta. La caída de Reza trae de nuevo a Mossadeq a la vida pública, vislumbrando la posibilidad de conseguir la plena independencia de Irán, así como la consecución de la democracia burguesa. Intervendrá activamente en la política, oponiéndose a las pretensiones de la Unión Soviética en Azerbaiyán y los yacimientos de petróleo del sur del Caspio. El sometimiento del sha a los intereses foráneos no dejará indiferentes a los iraníes, provocando un cenit en el sentimiento nacionalista, que encontrará en Mossadeq a su representante. Será apoyado por numerosos dirigentes shiíes y una de las mayores figuras religiosas del siglo XX, el ayatollah Kashani. Las fuerzas nacionalistas ganaron poder en el Parlamento y el 28 de abril de 1951 Mossadeq será designado primer ministro. 

El frente nacionalista tendrá dos objetivos: liberar al país de cualquier dominio extranjero y democratizar la vida política. Para conseguir lo primero, Mossadeq decide nacionalizar el petróleo (exigencia del Tudeh), para escapar de la colonización del capital extranjero. Esto provocará, por un lado, que Irán convierta su mayor riqueza en propiedad popular. Pero al mismo tiempo esto abrirá un conflicto con Gran Bretaña y Estados Unidos. Si la reacción de la sociedad fue de júbilo, la reacción por parte de las potencias capitalistas fue declarar el bloqueo de Irán y el boicot de su petróleo, llevando al país al borde de la bancarrota. 

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Partido Comunista Tudeh

Mossadeq comienza por reformar el ejército, destituyendo a una veintena de generales acusados de traición a la patria. En la línea del pluralismo político, se permitió al Tudeh, provocando el temor en el bloque capitalista de que la Unión Soviética ganase influencia en la zona. Además, se prometió el reparto de la tierra y se legalizó la libertad de expresión. 

En febrero de 1953, el sha es destituido y huye al exilio. No obstante, la reacción de las potencias capitalistas es rápida y el 22 de agosto del mismo año el sha es repuesto mediante un golpe de Estado, conocida como la operación Ajax, que tendrá detrás la acción de Churchill, Eisenhower y la CIA. El pueblo se manifiesta indignado y las potencias capitalistas desatan la represión, causando cientos de muertos y heridos. Mossadeq pasará desde este momento y hasta el fin de sus días en arresto domiciliario, poniendo así el final de dos años de experiencia democrática, a la nacionalización del petróleo y se producía la restauración monárquica. Una de las principales razones que explican el fracaso del periodo democrático-nacionalista es la ruptura que se dio dentro de las filas del Frente Nacional, al sucederse numerosas desavenencias ideológicas entre liberales laicos, marxistas, liberales musulmanes y conservadores. A esto se le sumó la oposición del clero, que retira el apoyo prestado inicialmente, pues la caída de la monarquía les colocaba en una situación peligrosa. El clero buscaba un sha que no obedeciera a los intereses extranjeros, nunca un Estado sin monarquía. El clero y la monarquía constituían dos polos complementarios de la sociedad iraní. 

El golpe, un acto de la Guerra Fría, derribó al primer gobernante iraní que fue elegido democráticamente, lo que será una de las bases de las hostilidades entre Irán y Estados Unidos, al prestar estos apoyo al gobierno autocrático que se establecía desde entonces en el país. La administración de Eisenhower creyó que Mossadeq viraría hacia posiciones cercanas a la Unión Soviética, pues era una persona que contaba con la estima de los militantes del Tudeh.


AUTOCRACIA CAPITALISTA

Tras acabar con la revolución nacionalista, queda abierto el camino de la acción política para Mohammed Reza y Estados Unidos, su principal aliado. Todos los militares norteamericanos poseerán el Acta de inmunidad diplomática y gozarán de sueldos astronómicos. El sha organizó el "Ejército de la religión", cuya labor sería la de adoctrinar a los ciudadanos acerca de las bondades de la revolución blanca o revolución del sha, para asegurarse la colaboración del pueblo con el Estado. Sin embargo, el apoyo no sería generalizado y las medidas de los años sesenta y setenta le repercutirán negativamente. Además, desde 1960, Irán mantuvo relaciones con Israel. 

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Mohammed Reza Pahlevi

Entre 1962 y 1966, se pone en marcha la reforma agraria, que rompe con el poder territorial de los grandes propietarios, debilitando a la aristocracia rural para así aumentar el poder del sha. Al mismo tiempo se llevó a cabo la expropiación de las tierras y mezquitas del clero. Esta reforma agraria, de índole liberal, permitió el relevo de la tradicional estructura productiva latifundista por una nueva forma de explotación agrícola capitalista basada en explotaciones privadas y en la aparición de empresas agrícolas con financiación internacional, dedicadas a la agricultura comercial. Todo ello dio lugar a la aparición de la agricultura especulativa. Estos cambios llevarán a la quiebra a los josh-neshin, campesinos sin tierra que se dedicaban al mantenimiento y explotación de las tierras comunales. Más de dos millones de personas, entre 1962 y 1965, serán abocados a la pobreza y a tener que emigrar a las ciudades ante la necesidad de encontrar nuevos trabajos en la industria. 

El proyecto industrializador se financió gracias a las rentas procedentes del petróleo. El sector de trabajadores asalariados se nutrió con parte de la población nacional, junto con inmigrantes rurales caracterizados por su analfabetismo, que formarán un subproletariado industrial y de la contratación inmigración exterior (afganos, turcos, griegos, holandeses...) que desempeñaron puestos en toda la jerarquía socio-profesional.

A raíz de la Conferencia Internacional contra el analfabetismo, organizada por la UNESCO en Teherán en 1964, la lucha contra el analfabetismo se convirtió en una preocupación más del país. Sin embargo, la enseñanza era inadecuada, ya que había una enorme influencia de especialistas norteamericanos en la formación del profesorado y más del 90% de los textos empleados para la labor docente eran traducciones extranjeras, inadecuados para la situación lingüística y cultural iraní. Poco a poco el analfabetismo se redujo en la zona urbana, del 67% en 1956 al 35% en 1976; el número de estudiantes en bachillerato aumentó de 369.000 en 1963 a en 831.000 1978; y el número de estudiantes universitarios pasaba de menos de 10.000 en 1953 a 175.000 en 1978, siendo más de 77.000 estudiantes extranjeros. 

En diciembre de 1973, el sha Reza Pahlevi anunciaba el aumento del precio del petróleo, pues era la base sobre la que se sustentaba la economía y cuyas rentas enriquecían a la burguesía del país. Esta decisión seguía a otra tomada en octubre de ese mismo año por la OPEP, que aumentaba el precio del crudo un 70%. La decisión del sha le permitió aumentar enormemente los ingresos estatales en pocas semanas, pasando de 5.000 millones de dólares a casi 20.000 millones, un inmenso poder financiero que daría como resultado  inmediato un nivel de corrupción sin precedentes. Se extendió el nepotismo y el despilfarro. Se produjo un divorcio irreparable entre la clase política palaciega y las necesidades reales de la inmensa mayoría de la población. Su fortuna personal se cuadruplicó, mientras el país seguí sumido en el hambre, la miseria y el analfabetismo. 

Con las reformas políticas, el sha vio aumentado su poder, convirtiéndose en uno de los hombres más ricos del mundo e instaurando una autocracia, consolidándose entre las capas de la sociedad que se enriquecieron de las reformas y los ingresos del petróleo, a costa de crear grandes desigualdades sociales. Todo ello comenzó con la reforma agraria, eliminando a la aristocracia tradicional y tras acabar completamente con las fuerzas nacionalistas de Mossadeq, ilegalizando al Tudeh y ninguneando las exigencias socio-políticas del shiísmo. Por otra parte, aprovechó su situación geoestratégica, entre la Unión Soviética y el Golfo Pérsico, para convertirse en una pieza fundamental durante la Guerra Fría como barrera de la expansión del socialismo y lacayo de los intereses de la política norteamericana en la región. Esta situación servirá como argumento para la compra masiva de armamento modernizado y sofisticado, para convertir al país en una de las principales potencias armamentísticas del mundo (la quinta, para ser exactos), a cambio de prestar apoyo incondicional al capitalismo y equilibrando, con su gasto militar, el gasto en petróleo de los Estados Unidos. La crisis latente en el sistema económico, a pesar de la burbuja petrolera, estallará en los años siguientes.

En el año 1976, los gastos del Estado superan los ingresos del petróleo. La crisis financiera saca a la luz los desequilibrios en la industrialización, así como desequilibrios sectoriales, geográficos y sociales, que provocan una auténtica crisis económica y social, debilitando la posición política del sha, que decide crear su partido único, el Rastajiz. La autocracia se había instaurado en la impunidad. Hasta ahora. En este punto es incuestionable el fracaso de la empresa llevada a cabo tras el golpe de Estado, ya que no contó con una aceptación generalizada que permitiera su permanencia ante una situación de tal calibre. La oposición va creciendo, formada, inicialmente, por trabajadores y juventud urbana, que llevan a cabo una crítica moral y económica del poder. Posteriormente se unirían los clérigos, que denunciaron a la familia gobernante por la corrupción y el sometimiento americano. El fracaso de la autocracia produjo entre la población un rechazo hacia lo occidental, que relacionaban con dependencia económica, deuda externa, concesiones petroleras y humillación política, al mismo tiempo que rechazaban la actual élite occidentalizada, que habían monopolizado los beneficios económicos, vivían divorciados de la realidad social del país y que no tenían el menor interés por la progresiva implantación de un sistema democrático. 


LA REVOLUCIÓN DE 1979

La revolución tuvo su origen en el regular crecimiento económico y la apertura cultural hacia Occidente, dos elementos que había aprovechado la dinastía de los Pahlevi y la burguesía nacional para enriquecerse enormemente y modernizar el país mediante la industria y el armamento. El estallido de la revolución se produce como respuesta a la tremenda desigualdad económica que asolaba el país, a lo que se sumó la inflación que surgió tras el "boom" del petróleo y la carencia total de elementos de representación democrática, que iba en aumento desde los años sesenta. 

A mediados de la década de los setenta, los desórdenes sociales, los disturbios y las protestas políticas se hicieron cada vez más frecuente, pese a la sangrienta represión que sufrían los opositores. Para 1978, la oposición se estructuraba en tres bloques:

a) Los partidos revolucionarios de izquierdas, partidarios de la lucha armada. 
b) El Frente Nacional de Mossadeq, donde militaban los intelectuales occidentalizados y de ideología liberal.
c) Un movimiento religioso siíta, muy extendido entre las masas trabajadoras. 

En febrero de 1978, una insurrección popular en Tabriz fue reprimida violentamente; en septiembre, cientos de miles de personas pidieron el retorno de Jomeini, líder espiritual de la revolución, y el fin del régimen; entre octubre y noviembre, se paralizó la economía con una huelga de los trabajadores del petróleo que posteriormente evolucionó en huelga general. Al comienzo de 1979, el régimen autocrático del sha se precipitaba al vacío ante las multitudinarias manifestaciones que recorrían el país, y el 16 de enero Reza Pahlevi abandonó Irán. El 1 de febrero, Jomeini volvía del exilio (tuvo que huir del país en 1964 por sus críticas al gobierno) y fue recibido triunfalmente tras las "Tres Gloriosas" (9-12 febrero), tres días de lucha por las calles de Teherán. 

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Ruhollah Musaví Jomeini

La revolución islámica iraní fue el movimiento popular más importante de Oriente Medio. Significó la deslegitimización completa del régimen del sha, al que se consideraba un siervo de los intereses extranjeros y del divorcio entre la burguesía adepta al régimen y las masas populares. El 1 de abril de 1979, se proclamó en referéndum la República Islámica de Irán. En el primer periodo de la revolución iraní, los actores fueron diversos y el espacio político quedó muy repartido entre el clero, los liberales y la izquierda (Fedayines del Pueblo, Mugahidines del Pueblo y Partido Comunista Tudeh). Junto al ejército, todos fueron los principales representantes de la revolución. Que el sector religioso, liderado por Jomeini, acabase por convertirse en señor de la situación se debió a la debilidad de la burguesía liberal, la división dentro de la izquierda y a la  ligazón con la religión de la gran masa de iraníes pobres. Finalmente, la revolución se definió como antiimperialista y antisionista, enemiga del marxismo y del capitalismo. La revolución ponía fin a un largo periodo de intromisiones extranjeras y los Estados Unidos perdían al aliado más importante de la zona, así como el control del Golfo Pérsico. 

Desde 1979, la oposición entre Teherán y Washington fue total, agravándose con la crisis de los rehenes en la que se secuestró a 53 diplomáticos estadounidenses (liberados en enero de 1981, tras la toma de posesión de Ronald Reagan) y el inicio de la guerra Irán-Irak (1980-1988), que alimentó el odio iraní hacia Estados Unidos, mientras que la Revolución de 1979 era demonizada en Occidente. Cabe mencionar que las luchas internas continuaron en Irán durante todo el tiempo que duró el conflicto con Irak. 

En junio de 1981, el Parlamento decretó la inhabilitación del primer ministro Bani Sadr (consiguió asilo político en Francia), provocando sangrientos enfrentamientos entre sus seguidores, los Mugahidines del Pueblo y los Guardianes de la Revolución de Jomeini. En 1984, el Tudeh fue disuelto y sus militantes perseguidos, sufriendo una dura represión. Jomeini intentó garantizar la supervivencia del régimen: En 1987, se disuelve el Partido de la Revolución Islámica, símbolo de la revolución; en junio de 1988, nombró a Hachemi Rafsandjani comandante provisional de las fuerzas armadas; y en marzo de 1989, destituyó a su sucesor, el ayatollah Montazeri. Tras la muerte de Jomeini en junio de 1989, se produjo un reparto del poder: Hachemi Rafsandjani fue elegido jefe del Estado, el cual se aproximó lentamente a Occidente y a los países árabes que consideraba moderados. Irán demostró tener un importante papel como potencia regional, lo que significaba que se le tenía que tener en cuenta para mantener el equilibrio en la zona. En la Guerra del Golfo Pérsico (1990-1991), Irán mantuvo una neutralidad que resultó favorable a la coalición internacional. Desde entonces, su política exterior se ha caracterizado por un total pragmatismo en las relaciones con Occidente. 

Las protestas de los estudiantes en julio de 1999 demostraron que una mayoría de la población aspiraba a mejorar el nivel de vida y conseguir nuevas cotas de libertad. La abrumadora victoria de los reformistas en las elecciones legislativas de febrero de 2000, ampliaron el apoyo popular al presidente Jatamí y legitimaron su política de reformas, que obtuvo  el apoyo de Estados Unidos en forma de levantamiento de una parte de las sanciones económicas. En junio de 2001, Jatamí renovó la presidencia, obteniendo un impulso a sus políticas de liberalización económica y de aproximación a Occidente. Sin embargo, la inclusión del país en el denominado "Eje del Mal" por el ex-presidente Bush tras los atentados del 11 de septiembre dio alas a los sectores más conservadores.  

Actualmente, el régimen iraní vive una perpetua tensión entre unos sectores religiosos muy radicalizados y unos dirigentes políticos ideológicamente moderados que confían en la liberalización económica y el acercamiento a Occidente. La situación del país es delicada: Una deuda exterior de 135 millones de dólares, las sanciones económicas decretadas por los Estados Unidos (debido a las supuestas conexiones de Teherán con el terrorismo internacional), espionaje y ataques estadounidenses contra el programa nuclear y la competencia geopolítica con Israel y Arabia Saudita. 


BIBLIOGRAFÍA 
  • Axworthy, M. (2010). Irán: Una historia desde Zoroastro hasta hoy. Madrid, España: Turner.
  • Merinero Martín, M. (2001). Irán: Hacia un desorden prometedor. Madrid, España: La Catarata. 
  • Merinero Martín, M. (2004). La república islámica de Irán: Dinámicas sociopolíticas y relevo de las élites. Madrid, España: La Catarata.
  • Segura, A. (2002). Aproximación al mundo islámico: Desde los orígenes hasta nuestros días. Barcelona, España: UOC. 

lunes, 25 de noviembre de 2019

Algunos apuntes del libro 'The Anatomy of Fascism' de Robert O. Paxton (2006)


  1. Introducción


La invención del fascismo

Al final de la Primera Guerra Mundial, Mussolini acuñó el término fascismo para describir el talante del pequeño grupo de exsoldados nacionalistas y revolucionarios sindicalistas partidarios de la guerra que se estaba formando a su alrededor. Oficialmente el Fascismo nació en Milán el domingo 23 de marzo de 1919. Esa mañana, alrededor de un centenar de personas, entre las que se incluían veteranos de guerra desmovilizados, sindicalistas que habían apoyado la contienda e intelectuales futuristas, se reunieron en el salón de actos de la Alianza Comercial e Industrial de Milán, que dominaba la Piazza San Sepolcro, para "declarar la guerra al socialismo [...] porque se ha opuesto al nacionalismo". 

En el aspecto nacional, el programa fascista pedía la materialización de los objetivos expansionistas italianos en los Balcanes y en el Mediterráneo. En el aspecto radical, proponía el sufragio femenino y el voto a partir de 18 años de edad, la abolición de la cámara alta, la convocatoria de una asamblea constituyente que redactase una nueva Constitución para Italia - presumiblemente sin la monarquía -, la jornada laboral de ocho horas, la participación de los trabajadores en "el manejo técnico de la industria", la "expropiación parcial de todo tipo de riqueza" a través de un gravoso impuesto progresivo sobre capital, la expropiación de ciertas propiedades de la Iglesia y la confiscación del 85% de los beneficios de la guerra.

El movimiento de Mussolini se caracterizaba por la predisposición a la acción violenta y el desprecio a la sociedad establecida. Un núcleo firme de sus seguidores procedía de los Arditi, selectas unidades de comando endurecidas por la experiencia de primera línea del frente que se consideraban con derecho a regir el país que habían salvado. Los sindicalistas partidarios de la guerra habían sido los más estrechos aliados de Mussolini desde 1915. Mientras que los socialistas parlamentarios trabajaban por reformas parciales a la espera de que se produjera el proceso histórico que los marxistas predecían que dejaría anticuado el capitalismo, los sindicalistas creían que podrían echar abajo el capitalismo por la fuerza de su voluntad. El tercer componente eran jóvenes intelectuales y estetas antiburgueses como los futuristas. Una parte de ellos desdeñaban la herencia cultural del pasado recogida en museos y bibliotecas y ensalzaban la velocidad y la violencia. Otra corriente se mostraba crítica con los escabrosos compromisos del parlamentarismo italiano y soñaban con un "segundo Risorgimento" (el primer resurgimiento, 1859-1870, había unido Italia, inspirado por el nacionalismo humanista de Giuseppe Mazzini). 

El 15 de abril de 1919, seguidores de Mussolini invadieron las oficinas de Milán del diario socialista Avanti. El Fascismo italiano irrumpió así en la historia con un acto de violencia contra el socialismo y al mismo tiempo contra la legalidad burguesa, en nombre de un presunto interés nacional superior. Tres años después, el Partido Fascista de Mussolini estaba en el poder en Italia. Once años después de eso, otro partido fascista tomó el poder en Alemania. 

El filósofo-historiador italiano Benedetto Croce consideró el fascismo como un "paréntesis" en la historia italiana, resultado temporal de la decadencia moral provocada por la Primera Guerra Mundial. El historiador alemán Friedrich Meinecke consideró que el nazismo había surgido de una degeneración moral en la que técnicos superficiales e ignorantes, apoyados por una sociedad de masas sedienta de emociones, habían triunfado sobre  humanitarios equilibrados y racionales. El novelista Thomas Mann escribía en su diario el 27 de marzo de 1933, dos meses después de que Hitler se hubiese convertido en canciller en Alemania, que había presenciado una revolución de un género nunca visto hasta entonces, "sin ideas subyacentes, contra las ideas, contra lo más noble, lo mejor, lo decente, contra la libertad, la verdad y la justicia". Los marxistas, primeras víctimas del fascismo, definieron el fascismo como "el instrumento de la alta burguesía para combatir al proletariado cuando los medios legales disponibles del Estado resultasen insuficientes para someterlo" (resolución de la Internacional Comunista, julio de 1924). 

Imágenes del fascismo

El fascismo, que es, de todas las formas políticas, la más deliberadamente visual, se nos presenta en gráficas imágenes primarias: un demagogo patriotero arengando a una multitud extasiada; hileras disciplinadas de jóvenes en marcha; militantes que visten camisas de color que pegan a miembros de alguna minoría demonizada; invasiones sorpresa al amanecer; y soldados disciplinados que desfilan a través de una ciudad conquistada. Más allá de estas imágenes familiares, la realidad del fascismo resulta aún más compleja. Por ejemplo, la Italia de Mussolini mostró poco indicios de antisemitismo hasta dieciséis años después de su llegada al poder. De hecho, Mussolini contó con patrocinadores judíos entre los industriales y los grandes terratenientes que le ayudaron económicamente al principio (cuando se promulgaron las leyes raciales italianas en 1938, un judío italiano adulto de cada tres era miembro del Partido Fascista). Tenía amigos íntimos judíos como el militante del Partido Fascista Aldo Finzi, y una amante judía, la escritora Margherita Sarfatti, autora de su primera biografía autorizada. En la Marcha sobre Roma participaron unos 200 judíos. Sin embargo, el Gobierno francés colaboracionista de Vichy (1940-1944) del mariscal Petáin era agresivamente antisemita, mientras que en otros aspectos se le considera más bien autoritario, en vez de fascista (Las dictaduras autoritarias gobiernan a través de fuerzas conservadoras preexistentes, Iglesia, Ejércitos, intereses económicos organizados, y procuran desmovilizar a la opinión pública, mientras que los fascistas gobiernan a través de un partido único y procuran generar un entusiasmo público). Por tanto, resulta problemático considerar que un antisemitismo exacerbado sea la esencia del fascismo. 

Otro supuesto rasgo esencial del fascismo es su talante anticapitalista y antiburgués, pero cuando los partidos fascistas adquirieron poder, no hicieron nada por cumplir estas amenazas. Una vez en el poder, los regímenes fascistas prohibieron las huelgas, disolvieron los sindicatos independientes, redujeron el poder de compra de los asalariados y financiaron generosamente las industrias de armamento, para inmensa satisfacción de los empresarios. Muchos investigadores, y no solo los marxistas, adoptan la posición de que los fascistas vinieron a ayudar al capitalismo en dificultades y apuntalaron con medidas de emergencia el sistema existente de jerarquía social y distribución de la propiedad. Los fascistas respetaban la propiedad de los productores nacionales, que debían formar la base social de la nación revitalizada. Cuando atacaban a la burguesía, lo hacían porque era demasiado débil e individualista para hacer una nación fuerte, no por robar a los trabajadores el valor que estos añadían. Lo que ellos criticaban del capitalismo no era la explotación, sino su materialismo, su indiferencia hacia la nación. Los regímenes fascistas, una vez en el poder, solo confiscaron propiedades de adversarios políticos, extranjeros o judíos. 

Resulta difícil emplazar el fascismo en el mapa político izquierda-derecha al que estamos acostumbrados. De hecho, el fascismo conservó siempre esa ambigüedad. Pero los fascistas eran claros en una cosa: ellos no estaban en el centro. El desprecio que inspiraba a los fascistas el centro blando y complaciente era absoluto, así como despreciaban el parlamentarismo liberal y el flojo individualismo burgués, considerando que habían dejado obsoleto el mapa político al declarar "ni ser derecha ni izquierda", trascendiendo esas divisiones anticuadas y uniendo a la nación. 

Los movimientos fascistas solo podían desarrollarse con la ayuda de gente ordinaria, de gente incluso convencionalmente buena. Por ejemplo, durante la noche del 9 de noviembre de 1938 - Noche de los Cristales Rotos- militantes del Partido Nazi quemaron centenares de sinagogas, destrozaron más de 7.000 tiendas judías, deportaron unos 20.000 judíos a campos de concentración y mataron directamente a 91 de ellos. Muchos alemanes se indignaron por las brutalidades, pero ese rechazo generalizado fue transitorio y no tuvo efectos duraderos.

Estrategias

Los "ismos" clásicos (conservadurismo, liberalismo, socialismo) se apoyaban en sistemas filosóficos coherentes expuestos en las obras de pensadores sistemáticos. El fascismo, por el contrario, fue una invención nueva creada para la era de la política de masas. No se apoya explícitamente en un sistema filosófico elaborado, sino más bien en sentimientos populares sobre razas dominantes, su suerte injusta y su derecho a imponerse a pueblos inferiores. Los primeros fascistas fueron absolutamente francos en eso: "La verdad de una ideología estriba en su capacidad para poner en movimiento nuestra capacidad para los ideales y para la acción". El fascismo se apoyaba no en la veracidad de su doctrina, sino en la unión mística del caudillo con el destino histórico de su pueblo, una concepción relacionada con ideas románticas de florecimiento histórico-nacional y de genio artístico o espiritual individual.

El fascismo sustituye deliberadamente el debate razonado por la experiencia sensual inmediata, en la estética. Y la experiencia estética fascista definitiva era la guerra. Los dirigentes fascistas no ocultaban el hecho de que carecían de programa. Mussolini se regocijó de esa carencia, con estas declaraciones unos meses antes de convertirse en primer ministro de Italia: "¿Los demócratas quieren conocer nuestro programa? Es romperles los huesos a los demócratas de Il Mondo. Y cuanto antes mejor". "El puño", afirmó un militante fascista en 1920, ·es la síntesis de nuestra teoría". Solo en 1932, cuando quería "normalizar" su régimen, Mussolini expuso la doctrina fascista en un artículo para la nueva Enciclopedia Italiana. Para Hannah Arendt, Mussolini "probablemente fuese el primer jefe de partido que rechazó conscientemente un programa oficial y lo sustituyó por la jefatura inspirada y la acción". Hitler presentó un programa -los 25 Puntos de febrero de 1920- pero lo proclamó inmutable, una señal de que había cesado el debate dentro del partido. La instrumentalización radical de la verdad por parte del fascismo explica por qué los fascistas no se molestaron nunca en exponer una casuística cuando cambiaron su programa. Stalin se consideraba obligado a demostrar por escrito que sus directrices políticas se atenían a los principios expuestos por Marx y Lenin; Hitler y Mussolini nunca se molestaron en dar justificaciones teóricas.

Algunos tratamientos del fascismo empiezan con la crisis para la que el fascismo era una respuesta. Según los marxistas, fue una crisis del capitalismo la que dio origen al fascismo. Los capitalistas, al no poder asegurarse mercados en constante expansión, acceso cada vez mayor a materias primas y una mano de obra barata siempre disponible mediante el uso normal de regímenes constitucionales y los mercados libres, se vieron obligados a buscar la manera de lograr esos fines por la fuerza. Otra interpretación acerca de la crisis fundacional es la de la incapacidad de la sociedad y el Estado liberal laissez-faire para afrontar los retos que se plantearon después de 1914. Las perturbaciones de las economías dirigidas de época de guerra y el paro generalizado tras la desmovilización; la inflación galopante; el aumento de las tensiones sociales y una corriente favorable a la revolución social; la ampliación del voto a masas de ciudadanos escasamente ilustrados sin ninguna experiencia de responsabilidad cívica; pasiones exaltadas por la propaganda de época de guerra y por las fluctuaciones monetarias.

Para los fascistas, la izquierda socialista e internacionalista era el enemigo y los liberales eran los cómplices del enemigo, con su gobierno no intervencionista, su confianza en la discusión abierta, su débil control sobre la opinión de las masas y su renuncia al uso de la fuerza.

¿Hacia dónde vamos a partir de aquí?

La definición concisa reciente del fascismo como un "tipo ideal" que cuenta con una aceptación más generalizada es la del investigador inglés Roger Griffin: "Fascismo es un tipo de ideología política cuyo núcleo mítico en sus diversas permutaciones es una forma palingenésica de ultranacionalismo populista". Los fascismos llegaron al poder con la ayuda de exliberales asustados y tecnócratas oportunistas y exconservadores y gobernaron en una asociación más o menos incómoda con ellos. Se examina, pues, el fascismo en cinco etapas: 
  • La creación de los movimientos
  • Su arraigo en el sistema político
  • Toma del poder
  • El ejercicio de ese poder
  • El largo plazo de radicalización o entropía.