lunes, 25 de noviembre de 2019

Algunos apuntes del libro 'The Anatomy of Fascism' de Robert O. Paxton (2006)


  1. Introducción


La invención del fascismo

Al final de la Primera Guerra Mundial, Mussolini acuñó el término fascismo para describir el talante del pequeño grupo de exsoldados nacionalistas y revolucionarios sindicalistas partidarios de la guerra que se estaba formando a su alrededor. Oficialmente el Fascismo nació en Milán el domingo 23 de marzo de 1919. Esa mañana, alrededor de un centenar de personas, entre las que se incluían veteranos de guerra desmovilizados, sindicalistas que habían apoyado la contienda e intelectuales futuristas, se reunieron en el salón de actos de la Alianza Comercial e Industrial de Milán, que dominaba la Piazza San Sepolcro, para "declarar la guerra al socialismo [...] porque se ha opuesto al nacionalismo". 

En el aspecto nacional, el programa fascista pedía la materialización de los objetivos expansionistas italianos en los Balcanes y en el Mediterráneo. En el aspecto radical, proponía el sufragio femenino y el voto a partir de 18 años de edad, la abolición de la cámara alta, la convocatoria de una asamblea constituyente que redactase una nueva Constitución para Italia - presumiblemente sin la monarquía -, la jornada laboral de ocho horas, la participación de los trabajadores en "el manejo técnico de la industria", la "expropiación parcial de todo tipo de riqueza" a través de un gravoso impuesto progresivo sobre capital, la expropiación de ciertas propiedades de la Iglesia y la confiscación del 85% de los beneficios de la guerra.

El movimiento de Mussolini se caracterizaba por la predisposición a la acción violenta y el desprecio a la sociedad establecida. Un núcleo firme de sus seguidores procedía de los Arditi, selectas unidades de comando endurecidas por la experiencia de primera línea del frente que se consideraban con derecho a regir el país que habían salvado. Los sindicalistas partidarios de la guerra habían sido los más estrechos aliados de Mussolini desde 1915. Mientras que los socialistas parlamentarios trabajaban por reformas parciales a la espera de que se produjera el proceso histórico que los marxistas predecían que dejaría anticuado el capitalismo, los sindicalistas creían que podrían echar abajo el capitalismo por la fuerza de su voluntad. El tercer componente eran jóvenes intelectuales y estetas antiburgueses como los futuristas. Una parte de ellos desdeñaban la herencia cultural del pasado recogida en museos y bibliotecas y ensalzaban la velocidad y la violencia. Otra corriente se mostraba crítica con los escabrosos compromisos del parlamentarismo italiano y soñaban con un "segundo Risorgimento" (el primer resurgimiento, 1859-1870, había unido Italia, inspirado por el nacionalismo humanista de Giuseppe Mazzini). 

El 15 de abril de 1919, seguidores de Mussolini invadieron las oficinas de Milán del diario socialista Avanti. El Fascismo italiano irrumpió así en la historia con un acto de violencia contra el socialismo y al mismo tiempo contra la legalidad burguesa, en nombre de un presunto interés nacional superior. Tres años después, el Partido Fascista de Mussolini estaba en el poder en Italia. Once años después de eso, otro partido fascista tomó el poder en Alemania. 

El filósofo-historiador italiano Benedetto Croce consideró el fascismo como un "paréntesis" en la historia italiana, resultado temporal de la decadencia moral provocada por la Primera Guerra Mundial. El historiador alemán Friedrich Meinecke consideró que el nazismo había surgido de una degeneración moral en la que técnicos superficiales e ignorantes, apoyados por una sociedad de masas sedienta de emociones, habían triunfado sobre  humanitarios equilibrados y racionales. El novelista Thomas Mann escribía en su diario el 27 de marzo de 1933, dos meses después de que Hitler se hubiese convertido en canciller en Alemania, que había presenciado una revolución de un género nunca visto hasta entonces, "sin ideas subyacentes, contra las ideas, contra lo más noble, lo mejor, lo decente, contra la libertad, la verdad y la justicia". Los marxistas, primeras víctimas del fascismo, definieron el fascismo como "el instrumento de la alta burguesía para combatir al proletariado cuando los medios legales disponibles del Estado resultasen insuficientes para someterlo" (resolución de la Internacional Comunista, julio de 1924). 

Imágenes del fascismo

El fascismo, que es, de todas las formas políticas, la más deliberadamente visual, se nos presenta en gráficas imágenes primarias: un demagogo patriotero arengando a una multitud extasiada; hileras disciplinadas de jóvenes en marcha; militantes que visten camisas de color que pegan a miembros de alguna minoría demonizada; invasiones sorpresa al amanecer; y soldados disciplinados que desfilan a través de una ciudad conquistada. Más allá de estas imágenes familiares, la realidad del fascismo resulta aún más compleja. Por ejemplo, la Italia de Mussolini mostró poco indicios de antisemitismo hasta dieciséis años después de su llegada al poder. De hecho, Mussolini contó con patrocinadores judíos entre los industriales y los grandes terratenientes que le ayudaron económicamente al principio (cuando se promulgaron las leyes raciales italianas en 1938, un judío italiano adulto de cada tres era miembro del Partido Fascista). Tenía amigos íntimos judíos como el militante del Partido Fascista Aldo Finzi, y una amante judía, la escritora Margherita Sarfatti, autora de su primera biografía autorizada. En la Marcha sobre Roma participaron unos 200 judíos. Sin embargo, el Gobierno francés colaboracionista de Vichy (1940-1944) del mariscal Petáin era agresivamente antisemita, mientras que en otros aspectos se le considera más bien autoritario, en vez de fascista (Las dictaduras autoritarias gobiernan a través de fuerzas conservadoras preexistentes, Iglesia, Ejércitos, intereses económicos organizados, y procuran desmovilizar a la opinión pública, mientras que los fascistas gobiernan a través de un partido único y procuran generar un entusiasmo público). Por tanto, resulta problemático considerar que un antisemitismo exacerbado sea la esencia del fascismo. 

Otro supuesto rasgo esencial del fascismo es su talante anticapitalista y antiburgués, pero cuando los partidos fascistas adquirieron poder, no hicieron nada por cumplir estas amenazas. Una vez en el poder, los regímenes fascistas prohibieron las huelgas, disolvieron los sindicatos independientes, redujeron el poder de compra de los asalariados y financiaron generosamente las industrias de armamento, para inmensa satisfacción de los empresarios. Muchos investigadores, y no solo los marxistas, adoptan la posición de que los fascistas vinieron a ayudar al capitalismo en dificultades y apuntalaron con medidas de emergencia el sistema existente de jerarquía social y distribución de la propiedad. Los fascistas respetaban la propiedad de los productores nacionales, que debían formar la base social de la nación revitalizada. Cuando atacaban a la burguesía, lo hacían porque era demasiado débil e individualista para hacer una nación fuerte, no por robar a los trabajadores el valor que estos añadían. Lo que ellos criticaban del capitalismo no era la explotación, sino su materialismo, su indiferencia hacia la nación. Los regímenes fascistas, una vez en el poder, solo confiscaron propiedades de adversarios políticos, extranjeros o judíos. 

Resulta difícil emplazar el fascismo en el mapa político izquierda-derecha al que estamos acostumbrados. De hecho, el fascismo conservó siempre esa ambigüedad. Pero los fascistas eran claros en una cosa: ellos no estaban en el centro. El desprecio que inspiraba a los fascistas el centro blando y complaciente era absoluto, así como despreciaban el parlamentarismo liberal y el flojo individualismo burgués, considerando que habían dejado obsoleto el mapa político al declarar "ni ser derecha ni izquierda", trascendiendo esas divisiones anticuadas y uniendo a la nación. 

Los movimientos fascistas solo podían desarrollarse con la ayuda de gente ordinaria, de gente incluso convencionalmente buena. Por ejemplo, durante la noche del 9 de noviembre de 1938 - Noche de los Cristales Rotos- militantes del Partido Nazi quemaron centenares de sinagogas, destrozaron más de 7.000 tiendas judías, deportaron unos 20.000 judíos a campos de concentración y mataron directamente a 91 de ellos. Muchos alemanes se indignaron por las brutalidades, pero ese rechazo generalizado fue transitorio y no tuvo efectos duraderos.

Estrategias

Los "ismos" clásicos (conservadurismo, liberalismo, socialismo) se apoyaban en sistemas filosóficos coherentes expuestos en las obras de pensadores sistemáticos. El fascismo, por el contrario, fue una invención nueva creada para la era de la política de masas. No se apoya explícitamente en un sistema filosófico elaborado, sino más bien en sentimientos populares sobre razas dominantes, su suerte injusta y su derecho a imponerse a pueblos inferiores. Los primeros fascistas fueron absolutamente francos en eso: "La verdad de una ideología estriba en su capacidad para poner en movimiento nuestra capacidad para los ideales y para la acción". El fascismo se apoyaba no en la veracidad de su doctrina, sino en la unión mística del caudillo con el destino histórico de su pueblo, una concepción relacionada con ideas románticas de florecimiento histórico-nacional y de genio artístico o espiritual individual.

El fascismo sustituye deliberadamente el debate razonado por la experiencia sensual inmediata, en la estética. Y la experiencia estética fascista definitiva era la guerra. Los dirigentes fascistas no ocultaban el hecho de que carecían de programa. Mussolini se regocijó de esa carencia, con estas declaraciones unos meses antes de convertirse en primer ministro de Italia: "¿Los demócratas quieren conocer nuestro programa? Es romperles los huesos a los demócratas de Il Mondo. Y cuanto antes mejor". "El puño", afirmó un militante fascista en 1920, ·es la síntesis de nuestra teoría". Solo en 1932, cuando quería "normalizar" su régimen, Mussolini expuso la doctrina fascista en un artículo para la nueva Enciclopedia Italiana. Para Hannah Arendt, Mussolini "probablemente fuese el primer jefe de partido que rechazó conscientemente un programa oficial y lo sustituyó por la jefatura inspirada y la acción". Hitler presentó un programa -los 25 Puntos de febrero de 1920- pero lo proclamó inmutable, una señal de que había cesado el debate dentro del partido. La instrumentalización radical de la verdad por parte del fascismo explica por qué los fascistas no se molestaron nunca en exponer una casuística cuando cambiaron su programa. Stalin se consideraba obligado a demostrar por escrito que sus directrices políticas se atenían a los principios expuestos por Marx y Lenin; Hitler y Mussolini nunca se molestaron en dar justificaciones teóricas.

Algunos tratamientos del fascismo empiezan con la crisis para la que el fascismo era una respuesta. Según los marxistas, fue una crisis del capitalismo la que dio origen al fascismo. Los capitalistas, al no poder asegurarse mercados en constante expansión, acceso cada vez mayor a materias primas y una mano de obra barata siempre disponible mediante el uso normal de regímenes constitucionales y los mercados libres, se vieron obligados a buscar la manera de lograr esos fines por la fuerza. Otra interpretación acerca de la crisis fundacional es la de la incapacidad de la sociedad y el Estado liberal laissez-faire para afrontar los retos que se plantearon después de 1914. Las perturbaciones de las economías dirigidas de época de guerra y el paro generalizado tras la desmovilización; la inflación galopante; el aumento de las tensiones sociales y una corriente favorable a la revolución social; la ampliación del voto a masas de ciudadanos escasamente ilustrados sin ninguna experiencia de responsabilidad cívica; pasiones exaltadas por la propaganda de época de guerra y por las fluctuaciones monetarias.

Para los fascistas, la izquierda socialista e internacionalista era el enemigo y los liberales eran los cómplices del enemigo, con su gobierno no intervencionista, su confianza en la discusión abierta, su débil control sobre la opinión de las masas y su renuncia al uso de la fuerza.

¿Hacia dónde vamos a partir de aquí?

La definición concisa reciente del fascismo como un "tipo ideal" que cuenta con una aceptación más generalizada es la del investigador inglés Roger Griffin: "Fascismo es un tipo de ideología política cuyo núcleo mítico en sus diversas permutaciones es una forma palingenésica de ultranacionalismo populista". Los fascismos llegaron al poder con la ayuda de exliberales asustados y tecnócratas oportunistas y exconservadores y gobernaron en una asociación más o menos incómoda con ellos. Se examina, pues, el fascismo en cinco etapas: 
  • La creación de los movimientos
  • Su arraigo en el sistema político
  • Toma del poder
  • El ejercicio de ese poder
  • El largo plazo de radicalización o entropía.